Buenos días, Mad;
Lo primero de todo, es darte las gracias por escribirme y por la paciencia y detalle con que has expuesto lo que significa para tí una posible relación, el BDSM en general y tu situación y preferencias personales.
Me has otorgado una confianza que aprecio en lo que vale. Lo segundo (pero no último) es decirte que comprendo bien lo del tratamiento. Como tú -supongo- pertenezco a una clase donde no es extraordinario tener que usarlo con algunas personas o que te lo apliquen a tí. Una vez dicho lo anterior, si llega el caso de que te/nos aceptáramos, no tendría ningún problema en usar la dignidad que te correspondiese y que delimitase las posiciones. Pero, de momento y si no te importa, me vas a dejar ser "producto de estos tiempos anárquicos" y usar el tuteo.
Me escribes muchas cosas importantes y que me han hecho asentir, temer, excitarme y hasta soltar una carcajada. Y trataré de contestarte, por orden.
La vida, como tú dices, está llena de muchas cosas y todos tenemos infinidad de papeles que cumplir. Mi atracción por el lado oscuro no tiene mucha antigüedad, aunque siempre encontré un erotismo tremendo en la entrega del control a otro.
No es la humillación ni el trato ¿vejatorio o insultante? el que me atrae -no podría atraerme algo que va en contra, absolutamente, de mis valores y de todo en lo que creo- sino el entregar el sacrosanto CONTROL Y PODER DE DECISIÓN a otro. El que alguien pueda hacer lo que le dé la gana contigo, sin que tú tengas nada que decir. Parece tonto y de parvulita, para alguien que habrá ido infinitamente lejos, como tú. Pero para alguien cuya opinión, presencia o autoridad está muy considerada es...... casi una subversión imposible.
Por mi educación, clase social y vida, en general, estoy acostumbrada a que me rindan pleitesía. Hay en mí una altanería de siglos, un orgullo de sangre que me hace no agachar la cabeza, nunca (también soy muy encantadora y simpática, no te creas). Pero jamás me he entregado. A nadie. Siempre tengo el control y la distancia. Y probablemente, pienso, sea esa la razón de una permanente insatisfacción.
Así que la idea de que alguien pueda dejar de considerarme "intocable o en un altar", que se gane la autoridad de no tener que consultarme, pedir audiencia o dejarme decidir..... y quizá más... me seduce. Mucho.
Sé que el dolor no somete mi orgullo. Y del dolor, que no me atrae, me quedo con la exquisitez erótica, de lo que supone estar expuesta, sin categoría, a merced, disponible. Por eso me gustan los azotes.
El amo que me dome hasta educarme, tendrá que hacerme confiar absolutamente y tendrá que convencerme (antes) de que me cuidará. De que hay un objetivo. Porque así como sé que el dolor no me somete, sí lo hará la autoridad personal y el respeto que me inspire la inteligencia y personalidad de aquel a quien tenga que servir. -Y en ese caso, sé -porque me conozco- que no habrá límites que no se puedan romper. Pero ese amo deberá saber que sólo es una parte, lúdica-divertida-placentera-y-exploratoria, entre todas las que conforman mi vida. Que para mí será un juego sexual del que disfrutar. Que soy competitiva y juego como lo hacen los niños, con todos los sentidos. Y que el objetivo es el disfrute y el placer.
Tienes razón -y la verdad es que me he reído con ganas- cuando remarcas que alguien que se deja azotar en un parking... es.... lo que es (¡ay, si mis antepasados levantaran la cabeza... mandarían sus ejércitos en defensa de mi "honor").
Soy exactamente... lo que apuntas, aunque nadie lo sepa y sea sacada en procesión, en olor de santidad. Y mi amo, cuando lo tenga, haría muy bien tratándome como tal; y usándome a placer. Porque debería yo aprender. Sí.
Me preguntas, por último, cuál es el papel de mi marido en todo ésto. Ninguno. Me temo que estamos en el mismo caso. Hubiera sido magnífico tener marido y amo, sí. Pero no es posible. Todo el que me ama... me cuida y respeta. Y me pierde, porque me deja manipular y controlar a mi antojo. Espero haberme explicado bien. Quisiera hablar contigo, conocer tu voz y conocerte a tí (si lo que te he escrito no te ha dejado demasiado... desolado). Así que sería muy-muy inteligentísisisisisisimo de tu parte ¿darme un número, por ejemplo? Un beso de (tu-todavía-no) putita descarada y consentida,
lulut
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