11.3.08

Tras la primera cita y la primera mamada


Cuando llegué ayer a la clínica, vi que tenía toda la bragueta del pantalón con salpicaduras de lefa resecas. Sé por la experiencia de mis muchos años de pajillero impenitente que las manchas de lefa no se quitan si no es lavando la prenda en cuestión, así que hube de resignarme a realizar de tal guisa mis ejercicios. Mi fisioterapeuta, una chiquita joven, no me sacó los ojos de la bragueta en toda la tarde, pues se da además la morbosa coincidencia de que la mayoría de los movimientos empiezan y terminan con cada una de mis manos, de modo alternativo y dirigidas por las suyas, justo encima de mi polla.

Quizá yo hubiese debido explicarle que una señora a la que acababa de conocer y que va de dama por la vida pero que, en el fondo, es una perfecta furcia, acababa de sacarme la leche con su boquita de mamona, con más voluntad que conocimiento -como diría un amigo mío- dentro de mi coche, en un garaje público y con tíos alrededor. Quizá debería haberle dicho también que todo se debió a la calentura que le produjo vestirse de putita para mí, que la manosease y morrease en un bar lleno de gente mirando de reojo y, sobre todo, al hecho de ver un collar de perra con su correspondiente correa más una fusta que yo había dejado dispuestos en el maletero de mi coche para mostrarle lo que le espera si desea dar un paso más y transformarse en una auténtica perrita, puesto que puta ya lo es más que de sobra.

Seguramente debería haberle contado todo esto, pero supongo que, para que lo comprendiese, habría de ser tan golfa como la "dama" es cuestión, y no creo que sea el caso, pues ser tan golfa como la "dama" de ávida aunque no suficientemente experta boquita, es extraordinariamente difícil, siendo que la mayoría de las que llevan décadas cobrando por prestar sus servicios sexuales en toda clase de lugares de lenocinio lo son bastante menos que ella.

Así las cosas, hube de aceptar la mala impresión que, imagino, la pobre chiquita se llevaría de mi, lo cual me incomodó profundamente... Ahora habré de tener cuidado con que mi “señora carnal” no encuentre las pruebas irrefutables de mi inocente e incompleto adulterio.

También posees el dudoso honor de ser responsable de mi falta de sueño. Me he despertado a las cinco de la mañana, con la sensación de que era más tarde, empalmado y con deseos de hacer cosas sucias. A las seis ha sonado el despertador sin que hubiese sido capaz de volver a conciliar el sueño. De hecho, cuando anoche me desnudé al llegar a casa, me empalmé de inmediato por el sólo hecho de sacarme la polla del slip y tocármela para mear.

En fin, la conclusión que debes extraer de esto es que, si sentimos el deseo de volver a encontrarnos para compartir nuestra intimidad y sabemos hallar los momentos adecuados para ello, habrás de sacarme la lefa al menos dos veces, e idealmente tres, para dejarme todo lo relajado que necesito. Tengo mucha lefa por soltar; en tus manos está que sepas o no sacarla, bueno en tus manos… y en tus pies y en tu boca y en tu coño y –por supuesto- en tu culo, y en …

Bueno, bromas aparte, gracias por una tarde tan ... distinta de todas las demás tardes de dulce monotonía o tediosa rutina que se suceden una tras otra y sin solución de continuidad en mi vida...

Merci encore une fois, mon petit chou.


¿Mad ó Don M.A.D.?


PD.- ¿Conoces el significado de la expresión francesa con que me dirijo a ti? A veces pienso que si no es el caso o, en el mejor de ellos, te has limitado a encontrar en un diccionario que “chou” significa “col”, debe de parecerte un tanto ridículo que te llame así. Si no sabes lo que significa, me encantará explicártelo…

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