Mi querida Lulut:
Lamento profundamente que veas así las cosas y te daré una explicación de mi correo de esta mañana.
Cuando reaccionaste rechazando de plano mi fantasía "especial", me di cuenta de que detrás de una mujer que aparentemente buscaba sólo sexo y morbo había también una mujer que deseaba sentir cariño y dulzura, y me gustó muchísimo, la verdad. De esa forma, cambié mi manera de dirigirme a ti, y sustituí los "perrita", "putita", etc. por "ma belle", "mon chou", etc. Y te aseguro que me gusta infinitamente más, aunque cada cosa en su momento tiene su gracia.
Lo de "mon petit chou", una expresión de infinitos cariño y ternura, más propia de madres o abuelas hacia sus hijos o nietos que entre una pareja, me vino sin pensarlo, como si en mi mente ésa justamente fuese la forma en que yo te veía, y me pareció algo tremendamente especial que me gustó mucho. Nunca he llamado a nadie así y nunca he pensado que nadie lo mereciese más que tú. Cuando esta mañana has asociado esa expresión al "placer" me he sentido terriblemente decepcionado, como si para ti sólo el aspecto sexual importase.
Me encanta tu forma de entender el sexo, que coincide muchísimo con la mía. Me gusta muchísimo cómo eres y lo que deseas en la intimidad, pero a través de los pocos ratos de conversación que hemos tenido, he aprendido, sobre todo, a desearte y a valorarte como persona. Todo lo demás es un juego y, como tal, prescindible, pero los sentimientos primarios me importan y mucho, y yo he aprendido a apreciarte por cómo eres. Te aseguro que es así. Tu correo de esta mañana me ha encantado - y la historia del "quitado" de la cadenita, más que nada-, te doy mi palabra, pero de la misma manera que al final del que yo antes te había enviado te hacía una reflexión distinta y creo que agradable para ti, me hubiese gustado que tú también culminases uno tan agradable como el que me has enviado con alguna frase que me hiciese sentir valorado como persona, y no como semental.
Jamás te he humillado ni lo he pretendido. ¿Quién soy yo para hacer tal cosa? Siento si te he dado esa impresión y, por otro lado, acepta algunas pequeñas licencias de amo, aunque a lo que se ve, de 2ª.
Cuando ayer estuve contigo, me asaltó una duda: si sería más feliz dominándote o haciéndote el amor, y llegué a la conclusión de dejar fluir los acontecimientos según surgiesen, aunque pienso que tú esperas de mí lo primero. No soy ningún bruto, ni de lejos. Nunca te haría daño, ya te lo he dicho, y sería capaz de hacerte el amor con infinita dulzura. ¿Aceptas el reto? Y sí, me encantaría pasar mi lengua muy despacio por cada milímetro de tu piel y besarte toda y hacerte sentir esos orgasmos que, al parecer, nadie es capaz de provocar. Me encantaría saborear tus orgasmos, como tú hiciste ayer con el mío.
En cualquier caso, veo que te quedas con los aspectos negativos de mi correo, o con lo que tú has tomado por tales. En él también te decía cosas creo que muy agradables, si quieres entenderlas.
Me gustas mucho, de verdad, y sólo he pretendido hacerte ver que para mí son más importantes los sentimientos que el sexo, o, si quieres, pongámoslos al mismo nivel. Te repito que me encanta tu forma de entender la sexualidad y creo que dentro de ti hay una persona a la que me encantará descubrir. Creo que, en el fondo, los dos estamos diciendo lo mismo.
No pretendo hacerte sentir mal y, como ya te dije antes, no soportaría la idea de hacerte daño. No entiendas en esa clave mis reflexiones.
Es verdad que también te he "apretado" un poquito, en los aspectos concretos como tu forma de besar y hacer el sexo oral, etc., para ver tus reacciones, pero no me apetece perderte, a menos que tú lo tengas muy claro. Y, por cierto, me encanta tu boca, aunque me gustaría tener ocasión de besarla a mi manera, a la que tú me inspiras, con una infinita dulzura, muy despacio con mucha suavidad... Y no, no pensé en nadie mientras estuve contigo, durante las dos horas que compartimos, ni un segundo. Sólo pensaba en cuánto me gustaría hacerte mía.
Si tú quieres dejarme, hazlo; no puedo hacer nada por impedirlo, pero yo no voy a dejarte a ti, no así. No tengo ningún motivo. Siempre me parece bien lo que dices, incluso en este e-mail tan "de buen rollito" al que estoy contestando. Tienes razón en todo lo que dices y yo lo suscribo al 100, bueno al 99%. ¿Qué más puedo decirte?
No quiero que borres tu perfil ni que cambies tu manera de actuar, y menos por mí. En el peor de los casos, si no quieres seguir conmigo, siempre puedes encontrar a otra persona con quien te sientas más a gusto. Yo me siento muy bien contigo y la verdad es que me preocupa un poco lo bien que puedo llegar a sentirme si en la intimidad las cosas funcionan bien. Pero te aseguro que no quiero negarme a mí mismo la posibilidad de averiguarlo. Soy de la opinión de que en la vida nunca se presenta la misma experiencia dos veces y sé que lo que no viva contigo no lo viviré con ninguna otra. Tú eres especial y única para mí en este momento de mi vida, y mientras así sea, quiero que estés a mi lado, dure lo que dure.
Ahora tú decides; te propongo que hablemos un rato por teléfono mañana -ahora no puedo- y, si en el peor de los casos ya no quieres tener trato carnal con esta encarnación del Maligno que tan mal te trata, acepta que te invite a comer el lunes en señal de desagravio. Te prometo que comerás bien y en abundancia, como corresponde a una dama de voraz apetito como ¿la mía? Promesa de no ponerte ni un dedo encima.
Para terminar, nunca podré decirte las cosas como lo hacía tu abuela, seguro que no. Pero, con el mismo cariño que ella te lo decía, aunque de otra manera, te digo:
Bonsoir, mon petit chou. Je te regretterai beaucoup si tu me quittes.
Mad
PD.- Ayer estabas preciosa; ahora, al recordarte, me doy cuenta de lo bonita y especial que te vi.
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